La opinión pública ha sido la fuente propulsora de algunas de las principales conquistas de la civilización democrática:

• el gobierno basado en la representación de los intereses colectivos,
• la construcción de una agenda de políticas con legitimidad social,
• la fiscalización y limitación de desvíos en el poder más allá de si provienen de instituciones públicas o poderes privados.

El grado de consenso en torno de valores, preferencias y prioridades exhibido por la opinión pública permitió sentar las bases de la democracia, el estado de bienestar y el modelo de desarrollo e integración social y cultural. Los pilares de nuestras sociedades han sido construidos a partir de la existencia de confianza en instituciones y entre personas, el uso de información fidedigna y verificable y la fe en la conversación y deliberación e intercambio cívico de ideas.

Hoy tenemos claros indicios que un sinfín de riesgos globales se hacen presentes en nuestra región, amenazando y desestabilizando aquellas bases, alimentando la falta de civismo y buscando utilizar la opinión pública como arma de deconstrucción de aquellas conquistas: de la desinformación adrede a la acentuación de las desigualdades, de la polarización y radicalización de posturas a las tragedias climáticas, de la corrupción endémica a las pandemias y crisis sanitarias, de la corrosión de la cohesión social, autoridad pública y creencia en las instituciones a la entronización de mesianismos y autoritarismos con la declinación del apoyo a la democracia.